
Las azafatas reparten los periódicos. El murmullo inicial de la entrada de los pasajeros se mantiene, pero lentamente va disminuyendo.
Una vez que todo el mundo se termina de acomodar en sus asientos, comienza los preparativos. Mientras el avión entra en la pista de despegue las azafatas dicen lo de siempre:
“Siguiendo normas de seguridad internacional seguidamente le informamos de la localización de las puertas y su uso en caso de emergencia” Después vienen las explicaciones de los chalecos salvavidas.
Tras esto, el murmullo casi desaparece y comienza a oírse sólo el pasar de las páginas de los periódicos. Señal evidente de que la tensión va en aumento y de que cada vez hay menos ganas de hablar con quien está a nuestro lado.
El avión continúa hacia la pista de despegue. Todo el mundo está sentado y al parecer casi todos han encontrado en el periódico lo que buscaban pues muy pocos hacen ruido pasando páginas. Mentira. La verdad es que cada vez se está más nervioso. Casi nadie habla ya. Poco a poco sólo se oye el sonido de la respiración de muchos pasajeros. Algún niño, ajeno por suerte a esta tensión, continúa con sus juegos y su charla.
El avión se para, listo ya para el despegue. La voz del capitán suena en el avión rompiendo la corta pero intensa espera:
“Despegue inminente”
Silencio. Sólo se oye el ruido de los motores mezclados con la respiración de los pasajeros. Ni una sola página de los periódicos se mueve.
Una vez que se enciende la luz que indica que se puede uno quitar el cinturón de seguridad, todo el avión se llena nuevamente del sonido de las charlas, las bromas y del pasar de las páginas del periódico.
La tensión ha disminuido. El miedo se hace más controlable. Los más acostumbrados a volar llegan hasta dormirse.
Bueno, de cualquier forma que nunca nos toque ni siquiera un solo contratiempo ni mucho menos...